Laura Vázquez
El asombro más agradable que albergo en mi memoria son los frescos de Miguel Angel, entender su narrativa me llevó a ser literata. Con el paso de los años he explorado la poesía y la cerámica con los que me identifico plenamente. La poesía es el pulso del alma y la cerámica, mi conexión con la tierra. Un arte de palabra y otro que nos acompaña desde el neolítico con formas utilitarias que son la extensión de nuestras manos.
Mi pregunta constante es: ¿Cómo detonar en el otro la filosofía y el pensamiento crítico que son el bastión de nuestra civilización? Mi intento, a través de la cerámica, pretende diseminar el amor por las letras, rendir homenaje a los que hablan por nosotros en la Literatura para integrarla a nuestras vidas como parte de un constructo de Literacidad Social; este implica, necesariamente, un diálogo dinámico desde la hermenéutica. Por ello, en mis piezas hay un culto a las artes gráficas, el recurso más popular de la historia para conservar la palabra. De ahí, me conecto con los escritores que han sido galardonados con el Premio Nobel para detonar una comunicación con las diferentes técnicas de la cerámica como el torno, la placa y el esgrafiado.
Me gustan las quemas tradicionales y, también las experimentales, como el saggar, la terra sigillata o rakú, todas ellas, me brindan la oportunidad de compartir con el espectador la belleza del azar que estampa el fuego, la cual, equiparo a la cadencia de la poesía. En mi obra integro luz artificial y materiales sintéticos como el acrílico, parte de nuestro mundo cotidiano, para generar una antítesis que promueva la comunicación hacia el interior de la pieza y genere interrogantes en el espectador. Una pregunta que proviene del asombro es un buen inicio para generar una idea y si viene del culto de nuestros antepasados, estoy segura de que será todavía mejor.